viernes, 3 de junio de 2011

¡COMO ESTÁ EL CUERPO!

   Y yo me pregunto...¿A ustedes que les sugiere el título de esta entrada?...
   La respuesta se haya en un parque, un lunes, de hace quizás dos semanas. No un lunes cualquiera, no. un lunes de nuestros "lunes al sol".
   Hacía sol, hacía calor. Salían niños de debajo de las piedras. Es la hora punta. Bajábamos la cuesta despacio, disfrutando del buen tiempo, charlando, cargadas como siempre de patinetes, pelotas, bolsas y mochilas de todo tipo, por supuesto las consabidas meriendas. Al fondo, bajo el puente, junto a las anheladas excavadoras, se encontraba nuestra amiga esperándonos. Llegábamos agitando los brazos y haciendo bromas y risas, como siempre, hasta que llegados a una distancia, pudimos observar el semblante serio de R. ¿Qué pasa?, ella prudente, nos señalo un banco de hierro blanco. ¡Se nos heló el rostro!: Entre el respaldo y la barra horizontal que se encuentra a un palmo de el, aparecía una cabeza de niño girada y trabada. Jugando se le había quedado encajada y sus padres eran incapaces de sacarle de allí. Afortunadamente, la llamada que habían realizado escasos minutos antes al 112, se vio materializada en seguida y aparecieron ambulancias, policías y bomberos.
   Las mamás poniéndonos en el lugar de sus padres, mirábamos angustiadas y preocupadas, pero claro, nuestros hijos emocionados y alucinados ante tal despliegue de medios, sus inocentes cabecitas no entedían de preocupaciones. Todos los cuerpos de emergencias, uniformados y actuando en la realidad ante sus ojos. ¡Era como estar en Juvenalia, pero en primavera!
   Todo terminó felizmente bien, rápido y sencillo. Separaron el barrote, y la cabecita salió al instante. Como premio, y en compensación al susto que se había llevado el pobre, le hicieron una visita guiada por el camión de bomberos, prueba de casco incluida.
   Una amable policía intentaba sin mucho éxito separar a los curiosos. Pero era imposible, los niños se arremolinaban, ¡qué espectáculo!
   Y...¡Si!...¡Ya sé lo que estarán pensando!...¿Qué es lo que hacían las mamás mientras tanto?...No sé si dejar que vuele demasiado la imaginación, o no...
   ¡Pues cómo quieren que estén!. ¡¡¡¡BABEANDO!!!!
   ¡Ay Jesús, cómo está el cuerpo de bomberos!
-¡En qué buenas manos estamos! Decía mi amiga prudente. ¡Qué eficaces! ¡Ay que me dan ganas de llorar!
-Y yo: ¡Tienes razón, pero fíjate que cariñosos con el niño! ¡Y qué amables!
   Y así continuamos comentando tonterías varias, con ojitos de corderas degolladas, hasta que llegó la mente más lúcida y clarividente, su hija de diez años, y con toda sabiduría y naturalidad, sacando a la luz toda la herencia  atávica que hemos arrastrado las féminas, en nuestros genes y en nuestras mentes y corazones,  desde la era de piedra hasta nuestros días, y exclamó a grito pelado:
-¡Qué suerte, le ha tocado un bomberoooo!
   Su madre y yo nos miramos entre asombradas, y admiradas.
   La niña nos ignoró. Había cosas más interesantes y atractivas, que la conversación maternal, y siguió correteando con sus amigos sin más.
   Nosotras tres fuimos recuperando la compostura poco a poco, hasta que en un momento, nos miramos las unas a las otras con los ojos muy abiertos y una sonrisa pícara en los labios, y una dijo:
-¡Me pido primer para incrustar la cabeza en ese banco de enfrente!
-¡Si, si, y una porra, la que llegue primero!
-Bueno, tendremos que llegar a un acuerdo: ¡Metemos la cabeza todos a una, y que alguna de nosotras se deje el movil a mano para llamar al 112!
 
   Risas a parte, la anécdota terminó afortunadamente bien para el niño. Los nuestros disfrutaron a lo grande, y las mamás lo celebramos en una terracita.
   Y ahora, que levante el dedo si se atreve, la mujer que no haya pensado lo mismo que nosotras en alguna ocasión de su vida.
   Como dice V: ¡Que viva el cuerpo de bomberos!
   No existen palabras más sabias.
   Amén.

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