viernes, 6 de abril de 2012

Un día de Abril.

Se encienden las luces.
Bajan uno tras otro los créditos.
Salgo.
El hall se llenó de gente.
Empujo la puerta.
Salgo.
El sol me ciega.
El viento frio me revuelve el pelo sin cesar.
Desde lo alto de la escalera miro.
La luz hiere mis ojos.
Bajo.
Cruzo las vias del tren.
Vuelvo la cabeza.
El fuerte aire enreda mi cabello que me tapa la cara.
Lo aparto.
Parece una visión, pero no lo es.
Auncian entrada al parking.
Un monovolumen se ha despeñado por unas empinadas escaleras.
No ha terminado de caer. Se sostiene en equilibrio bastante arriba.
Parece una película, pero no lo es.
Ambulancias. Gruas.
Cojo mi coche.
 Ha granizado.
Edificio moderno, afilado, acristalado, con colores.
El campo y la M-40.
Suena en la radio Macaco " love is the only way..."
Cuando no tienes un propòsito en la vida eres como una máquina estropeada.
Películas mudas. Pintadas a mano. Engranajes girando.
LLaves que abren puertas a la imaginación.
Mientras conduzco recuerdo la peli.
Charcos en el arcen. Nubes que se desparraman.
No se habrá secado la ropa.
Hombres colgados de manillas.
Puedo ver por la ventanilla el skylight de Madrid.
Las torres Kio recortadas en negro. Mas allá los rascacielos de Castellana.
Salgo de un sueño también para mayores-
La torre Eiffel asomaba a través de los cristales de un reloj, en lo alto de una torre.
Son los ojos azules de un niño asustado.
Es "la invención de Hugo", una bonita película de niños.
Entrañable escena final, en el salón de su casa, que podía ser la de mis padres.
La chimenea, las puertas, el pasillo, el papel pintado y esos grandes armarios de madera oscura.
¡Qué bonita la estación!
Y el puesto de flores. Y la cafeteria.
Escaleras de hierro de caracol. Ruedas. Poleas.
El ruido de los tacones.
Pero como siempre ocurre la naturaleza ganó a la magia.
Al cruzar bajo una pasarela de peatones cambió el cielo.
Lenguas grises lamen amenazadoramente las montañas.
Arqueadas, parecen querer engullirlas. (Parecen dementores en busca de Harry)
Huele a tierra mojada. Un avión se oculta tras la oscuridad.
Por el retrovisor veo de donde vengo: el sol, y el azul intenso.
Pongo los limpiaparabrisas.
Rompe a llover.
Llego a casa.
Enciendo el ordenador.
Gritan mis hijos: ¡¡¡Está nevando!!!
Me giro. ¡Es verdad!
Cae suave pero intensamente. Y al fondo sigue despejado y brillante.
Abro la ventana.
Pasa un tren.
Ya ha parado. Dulcemente.
No puedo dejar de mirar. Está precioso.
Todo el jardín blanco.
Mi hijo sentado tras el ventanal, mira ahora embelesado la lluvia caer.



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