martes, 9 de octubre de 2012

Cincuenta céntimos...un té con limón.

   Cincuenta céntimos.
Atardece.
Va pasando el tiempo.
Delante de la máquina de café.
Parada. Silenciosa.
Parpadea la luz azul del display. Los dedos pulsan la tecla del té con limón.

   Hace mucho calor. Estoy cansada. me muero de sed.
   Sin cerrar los ojos veo.
   Siento calma. Rebusco en el bolso.
   Mis manos palpan el libro y la agenda.
   El movil, las llaves y el monedero.

   Un perfil respira. Me respira.
   Suavemente se apoya. Respira.
   Inmovil. Sube y baja el pecho.
   -¿Marilyn?
   -¿No sabes quién es Marilyn?   

   Me asombran las coincidencias.
   ¿Serán estas las que me ayuden a seguir?
   Me siento agradecida.
   Cierro los ojos y sonrio.

   Releo las anotaciones.
   Dudo de su destino.
   Son ciertas. Son verdad.
   Salen de dentro.
   Seguiré escribiendo más.


   Se llenan mis poros de imágenes.
   Se llenan de palabras.
   Se llenan de músicas.
   Se llenan de aromas.
   Se llenan de cazadores de rayos, voluntarios de olimpiadas, pintores.  


   Cincuenta céntimos.
Baja el vaso de plástico con su cucharilla.
Absorta en mis pensamientos disfruto contemplando como se prepara la bebida.
Como siempre me ocurre, no puedo elegir la cantidad de azucar.
Resignada, suspiro. Acabaré acostumbrándome a su dulzura.
Suena la calderilla cayendo por el tubo de plástico.

   Cincuenta céntimos
Una voz cálida me saluda a mi espalda.
Con cariño me habla bajo su sombrero.
Su conversación me consigue traer al presente.
Hablamos de la perra y de los niños.
He olvidado preguntarle por los pianos.

   Cincuenta céntimos por un te con limón.
Por un te que me reconforta, aunque sea dulzón.
Un limón que me recuerda al pomelo que prometo exprimir.
Me miro las manos y recuerdo otra casualidad de hoy.
Debería de anotarlas.





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