domingo, 27 de enero de 2013

Träumerei

No muere la esperanza en mi. ¿Y porqué?, no lo sé. Pero no lo hace. No muere.
Pasan los años, y sigue ahi. Muy dentro de todo. No sé si es bueno o malo, pero es. No sé si es motor o lastre, pero me acompaña en mi caminar hacia delante.
Desde bien temprano comprendí que su presencia me descubría la desesperanza, la cara sin la cual no tendría sentido la otra página de la hoja.
Me puede la fe en los demás. Me gana la vida, porque me convence cada día de que merece la pena vivirla.
No voy a pedir perdon por ser como soy. Nadie deberia hacerlo.
No voy a dejar de creer que es posible ser feliz.
Es el amor el que mueve el mundo, el mundo real. No es el dinero, ni el poder, esos mueven otra cosa, no lo verdadero, lo esencial.
Pueden llamarme ilusa, que me da igual.
Es oir las carcajadas de un niño.
Ver las sonrisas sinceras.
No muere la esperanza en mi, cuando revolotean los crios alrededor, con sus gritos, sus juegos, sus ocurrencias. Cuando incordian, cuando rompen, cuando corren sin cuidado, cuando se empujan.
Porque ellos son el futuro, porque viven plenamente, porque experimentan con todo, disfrutan con lo que tienen, si lloran lloran, y al minuto rien hasta desternillarse.
Porque juegan a ser mayores en su mundo de pequeños.
Porque tienen todo por hacer. Y lo hacen mejor que nosotros. Se equivocan, claro, pero siguen jugando. Porque se ilusionan con todo. Cada minuto es nuevo para ellos (como para nosotros), pero lo descubren atónitos y emocionados.
Porque cuando algo les gusta, lo repiten y repiten hasta la saciedad, porque se aprenden los anuncios de memoria si les gustan, y las canciones más inverosímiles si se ponen de moda en el cole.
Porque aunque son pequeños, son capaces de correr hasta la extenuación, para recaudar dinero para construir una escuela en un pueblito, o para donarlo a la cruz roja.
Porque saben lo que es un amigo del alma, y lo valoran.
Porque construyen sus personitas entre bromas.
Porque descubren sus gustos y habilidades entre caidas y retos.

Párense un ratito y observen a sus hijos. Quédense quietos. Que no se les vea, ni se les sienta. No influyan en ellos, no rompan su burbuja de sueños.
Díganme si no es motivo suficiente para tener esperanza en la vida, en el futuro.
Claro que si. Tendrán su futuro, tendrán su vida, tendrán sus oportunidades. Y sabrán elegir, sabrán equivocarse, y sabrán lo que es el dolor y el amor. Sabrán lo que es la vida. Y en medio de su propia desesperanza, descubrirán que la esperanza vive en los ojos de sus hijos.







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