martes, 23 de julio de 2013

Mendigos y expectativas.

   Tras finalizar la lectura de un antiguo cuento titulado "el pordiosero" incluido en un capítulo de  "El libro de la serenidad", leo el comentario de Ramiro Calle, del que extraigo unos parrafos:
   "Buscamos la felicidad fuera de nosotros. Somos mendigos de todo lo ajeno, pordioseros de lo que habita fuera de nosotros mismos. Reclamamos que otros nos hagan sentir bien, nos procuren dicha y diversión, nos afirmen y aprueben, nos produzcan gusto y sosiego. Pero la fuente de dicha y sosiego está dentro de nosotros, porque es allí donde sentimos, experimentamos, vivenciamos y en última instancia vivimos.
   Nadie te puede procurar ese sosiego. No podemos desplazar nuestra responsabilidad y poner el sosiego y la dicha en la falsa idea de que los demás nos los tienen que proporcionar.
   Esa actitud es nociva e infantil, se basa en expectativas que antes o después se sentirán defraudadas."

   Me quedo pensativa. Tumbada boca arriba en la cama... Me siento en ella. Miro por la ventana. El estor está subido y puedo observar un hermoso cuadro pintado por la vida. Los cristales amortiguan el sonido. Es una bonita pintura de mi existencia.
   Pero yo estoy dentro y el mundo fuera.
   Abro las hojas correderas y me asomo acodada en elo alfeizar...¡y todo cambia!
   El aire invisible que nos da la vida al inhalar, despierta mis sentidos. Los gorriones alborotan el cielo con sus correrías alocadas. Gente paseando, entrando y saliendo. Voces de niños jugando y disfrutando de una tarde de verano. De fondo el murmullo de la carretera.
   El viento agita las ramas de los árboles y su sonido me mece comolo hace el de las olas del mar.
   Huele a verano.
   Pasa un tren corto.

   ¡Qué fácil es decirlo y que dificil llevarlo a cabo! No es sólo tomar la decisión, que ya es un paso de gigante, sino de creérselo y sentirlo, en definitiva vivirlo.
   Intuyo que la forma de lograrlo pasa por la atención. Pararnos a observar lo que tenemos delante. Detenernos a disfrutar de lo que realmente existe allá donde estemos. Poner todo lo que llevamos dentro en esta tarea y tomarnos nuestro tiempo.
   ¡Realmente nos maravillaremos del paraíso que descubriremos a nuestro alrededor!
   En la vorágine de la vida que llevamos durante el resto del año nos es complicado encontrar un hueco para meditar, escuchar, observar o conversar. Aprovechar la época estival para dejarnos llevar po las horas lánguidas, dejar pasar el tiempo mirando sin prisa lo que nos rodea, apreciando a quién tenemos junto a nosotros.
  
   Dicen por ejemplo, que la belleza está en los ojos del que mira. Es sabiduría popular. Es en la mirada del que observa donde reside la belleza, no en el objeto observado. Es dentro de nosotros donde se halla la belleza que creemos ver.
   No busquemos fuera de nosotros lo que llevamos de serie en nuestros interior.
   Asómate tú a la vida, no esperes a que sea ella la que tenga que entrar en ti.
   No seamos como el pordiosero, que murió en el mismo sitio que toda su vida mendigó, sin darse cuenta que bajo el se ocultaba un gran tesoro.






  

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