viernes, 2 de agosto de 2013

Dulces latidos.

   Caen docilmente mis párpados, suaves y calientes. Delicadamente se deslizan por la superficie húmeda de los ojos.
   Hace calor. Es agosto, y el sol avanza implacable por el cielo cumpliendo sus horas.
   Me dejo.
   Tengo tiempo.
   Suena "Daniel" de Devendra Banhart.
   Su voz sensual me recorre suavemente, despacio, con esa cadencia que te lleva a donde tus sueños compren billete.
   Dentro de ese vagón repleto de letras y notas, con olor a verano y a eternas puestas de sol, viajo.
   Bajo unas telas ligeras que nos protegen pero dejan pasar la brisa que acaricia la piel, puedo ver el horizonte, ocre, luminoso, chispeante, húmedo, lleno de maravillosas posibilidades.
   Alrededor sólo hay música, aire, sensaciones envolventes, agradables ensueños, olores y colores embriagadores que te montan en un verano infinito.
   Continua sonando Devendra...
   Inspiro profunda pero imperceptiblemente. Y con cada inspiración se llenan mi cuerpo y mi alma de todas esas cosas en las que me quiero deshacer. Mi boca se hace agua. La tersura se sonroja. Mis músculos se relajan, se dejan hacer. Noto rodar una gota por mi espalda. Recorre cada vértebra muy despacio, como aprendiéndosela. Cada poro va dilatándose con la temperatura que baña estas horas tórrida. Se funden los deseos. Se derriten los anhelos...
   Sopla una brisa que comienza a agitar el entoldado y a revolverme el cabello.
   Sonriendo perpendicular al horizonte, a los confines de los murmullos acallados por la lejanía.
   Golpean las drizas sobre el asta de las banderas. Tintinean como si quisieran cantarnos un dulce despertar.
   Agua. Sol. Aire. Destellos.
   Para el que pueda. Para el que quiera. Para el que sueñe. Para el que ame.

   Para quien se deje disfrutar...








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